Eduardo González Peña

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Argentina
"El que cree haber entendido cualquier cosa sobre mí, se ha formado de mí una idea que responde a su imagen" Nietzsche.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Defensor de la fe riverplatense

Pasé un día sin postear en facebook en modo hincha-socio-fanático de River. Todo un récord considerando las circunstancias. En estos tiempos, ésa condición cobró su precio en mis relaciones sociales. Hoy tengo menos contactos en facebook y me salí o silencié grupos de whatsapp. Todo lo que traté de sostener en ése plano, con paciencia y civilidad, se perdió. Esta pérdida causa dolor, pero la pérdida se repite en mi vida como la muerte de miembro nuevo de cada capítulo de Combate, por lo que tengo un umbral muy alto para resistir ese dolor. Parece que no queda  claro que yo soy de esos sujetos que la da a River la condición de  sagrado. Condición que se profundiza porque no soy de River por herencia familiar: yo lo elegí a pesar de las presiones por convertirme en  hincha de Boca de mi abuelo materno y mi mejor amiguito, cuando todavía  no llegaba a los 4 años. En River encontré un carácter cohesivo para la  vida. Crecí a unas cuadras del Monumental, pero no tuve la oportunidad de ser socio hasta los 17 años, de ir a ver un partido hasta los 15 años, en toda mi niñez tuve una sola remera de la banda y siempre fui menospreciado en mi familia por mi gusto por el fútbol. Ello, en vez de frustrarme, templó mi amor por la banda. Cuando perdí mi religión (esa si heredada), por observar que no existía una unidad inseparable entre pensamiento y acción, y cuando mi identidad política (también heredada) fue aplastada por la restauración neoconservadora y sus políticas neoliberales, River y el Heavy Metal ocuparon los vacíos dejados por la  religión católica y la política partidaria en la construcción de  sentido. Un tiempo más tarde me inicié en las ciencias sociales, dando  forma a una trinidad de sentidos muy particular. Encontré contradicciones entre ellas y fui construyendo un espiral de modo cada vez más personal, hasta el punto de no conocer otros que se relacionen con estos tres planos de construcción de sentido como yo lo hago. Si me refiero a River, definitivamente soy un defensor de la fe. No esperen mucho más de mí. Muchos de ustedes también tienen sentidos que son tan o más banales que los del fútbol: se arrastran para pagar las cuentas y para conseguir un “trabajo”; ponen el “sentido” en sus hijos, a los cuales condenaron a vivir en un mundo de mierda por egoísmo; tratan de llenar su vacío existencial con vacaciones, consumo y la farsa de la “amistad” actual; se evaden de la mierda de la realidad como los frívolos; y un largo etc. Es decir, sufren el síndrome de Estocolmo con sus amos porque no tienen la valentía de aceptar que el mundo no tiene  sentido. Yo soy de River porque soy conciente que el mundo no tiene sentido y me la banco como un centinela.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Ponzio y la Matrix


En una parte de Matrix se realizan estas preguntas: “¿Cómo podrías demostrar que todo esto no es una ilusión? ¿Nunca has tenido un sueño que pareciera muy real? ¿Cómo sabrías entonces diferenciar sueño de realidad?”
Ayer mi hijo cumplió siete años y Leonardo Ponzio le regaló su tiempo y sonrisa para sacarse una foto. Ese semidiós que volvió a River unos mes después del nacimiento de mi pibe. Era el tiempo de la noche que retornó a los riverplatenses a nuestros humildes orígenes. Leo, jugando bien o mal en un deporte colectivo, siempre fue capaz de dejar de lado el egocentrismo y la necesidad de ser admirado. Demostró su temple de líder cuando no los había en la dirigencia y ni en el cuerpo técnico; cuando había que tolerar como nunca el destructivo poder de los medios y el morbo de los que consumen ese estiércol. En un gran mar de basura, Leo nunca se mostró como “único y especial”, y siempre evitó actitudes y comportamientos arrogantes. Hoy, al ver la foto y estar a unos días de un partido histórico, me pregunto si todo lo que ocurrió en estos siete años (con las cumbres de esas tres eliminaciones a Boca que nos dieron cinco títulos internacionales y uno nacional) es una ilusión, si no fue parte de un (hermoso) sueño que tuvo como protagonista a Leo y a otros o si fue real. Todavía no encuentro el prisma que me permita diferenciar el sueño de la realidad y, tal vez, no quiera encontrarlo. Gracias eternas Leo!