Eduardo González Peña

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"El que cree haber entendido cualquier cosa sobre mí, se ha formado de mí una idea que responde a su imagen" Nietzsche.

viernes, 25 de julio de 2014

El homoioi


Una noche oscura, en los costados de una pira, el destino me llevó a presenciar una extraña disertación. Su protagonista era un hombre que parecía haber salido de otro tiempo y de corresponder a otro lugar.

Sin mediar saludo, sin perder tiempo en presentaciones, el misterioso adlátere comenzó a soltar palabras. Paulatinamente sus expresiones se fueron abriendo paso en mis oídos, tomando vitalidad y volviéndose descifrables; así esas palabras dieron paso a oraciones y las oraciones dieron forma a una historia que me dispongo a contar: 

 “Alguna vez estuve en el monte Citerón. Yacía recostado junto a una pira similar a la que nos alumbra. La noche me había encontrado vencido por el cansancio producido en esfuerzos que no recuerdo. Me encontraba envuelto en la oscuridad infinita que solo se genera ante la ausencia del astro rey. Solamente veía las sombras de las sombras. El tiempo comenzó a dilatarse infinitamente, cada una de sus unidades se alargaba insoportablemente y se transformaban en catalizador de una creciente angustia. En esas condiciones el espacio que me rodeaba era imposible de apreciar; los anchos, los largos y profundidades estaban totalmente desvirtuados. Los sentidos, colapsados en semejante oscuridad, me hacían doler su impotencia facultativa -su incapacidad de dar forma a esas sombras- afectando mi razón.”

“Sin saberlo, paulatinamente, fui rodeado por las figuras que gobiernan la noche. No puedo especificar cuánto tiempo me llevó notar que entre la oscuridad se proyectaba de forma amenazante la silueta de una esfinge. Fuertemente turbado por su presencia luciferina, demandé que dejaran las sombras mientras desenvainaba la espada. Poco a poco pude percibir sus facciones. Poseía un rosto oscuro, dentro del cual se destacaba un par de ojos centellantes y una feroz mandíbula que destilada una sustancia ácida. Un terrible canto se desprendía de su garganta, impidiéndome pensar o hacer escuchar mi voz." 


"Me encontraba encandilado por su cuerpo felino que expresaba todo el poder del inframundo y que con su sola presencia alcanzaba para estrangular la sustancia de la vida. Mis instintos pugnaban para que me pusiera en guardia, pero mis músculos no respondían, simplemente se encontraban congelados por su sobrecogedora aparición. "


"Había algo en la naturaleza óntica de la esfinge que me fascinaba. Tal vez era que no podía reducirla a lo real, que se me presentaba como capaz de desmaterializar todo significante. Hubiera querido que su presencia fuera un capricho ladino de mi imaginación, pero se trataba de un ser real y siniestro. En una instante de meridiana claridad me percaté que mi fascinación era producto de enfrentar la complexión misma de mi propia alteridad.”

“Durante la vigilia de mi vida había sido un homoioi. Era el mejor exponente de la agogé espartana, el hijo dilecto de Licurgo. Como expresión perfecta de la razón del deber no poseía rastros de personalidad individual, era pura disciplina y excelencia al servicio del bien común. La esfinge era mi contraparte: pura individualidad, inmaculada bestialidad y la inocencia del instinto misma."

“Ambos sabíamos que uno de los dos iba a morir esa noche. No podíamos ocupar el mismo espacio y tiempo. Levanté mi espada, pero no pude hacer ningún movimiento cuando la esfinge se arrojó sobre mi garganta, mordiendo donde la armadura no me cubría. Rápidamente comencé a ahogarme en mi propia sangre. El dolor de mi muerte era imposible de soportar, volviéndose un suplicio propio del inframundo."
 
"Sin embargo la esfinge, como todas las criaturas de averno, era parte de esa fuerza que pretende siempre lo malo y siempre hace lo bueno.  Ella no sabía que al engullirme completaba mi naturaleza."


En ese instante algo interrumpió el relato del misterioso adlátere. Tal vez fuera que comencé a sentir el enorme dolor depurativo que solo conocen los que atraviesan el último instante de la vida. Lo último que pude escuchar fue "...como yo te estoy devorando en estos momentos.”

Aquella noche completé mi propia naturaleza mientras era devorado como si fuera un hijo de Saturno. 

Hoy espero en la pira cumplir el destino de aquel que debe complementar su naturaleza, como antes me había esperado el homoioi.

Sin embargo aquella pira, el extraño, la esfinge y yo mismo pudieron haber no sido.