Labruna no es solamente un gran futbolista, no se limita a ser el máximo
goleador de PD y de los Superclásicos. No se lo puede restringir a su
condición de ser el jugador más ganador en River Plate o ser uno de los
jugadores que más defendió el Manto Sagrado. Tampoco es solamente un
apellido de La Máquina y de La Maquinita o aquel prócer que nos sacó de
la noche que duró 17 años y pico. Ángel Amadeo Labruna es más que la
suma simple de todo lo anterior. Su condición es de un blasón, un
emblema, la representación gráfica del “deber ser” riverplatense: nunca
llorar, no tener miedo y siempre pretender las tres G. La única
frustración posible es no sostener esos principios. ¡Feliz día a todos los
hinchas de River Plate que honran esas ideas!