Soy
síntesis de múltiples determinaciones, pesimista por inteligencia y
optimista por voluntad. Mis procesos psicológicos superiores fueron
internalizados en un tiempo un espacio determinado. Por lo tanto, si soy
el que soy es porque mis procesos psicológicos superiores fueron un
producto contingente y relacional de la interacción con el medio
ambiente cultural que me tocó “vivir”. Nací en una familia que me asignó
una religión, eligió que sea “educado” en un colegio privado, me crió
en el barrio de Belgrano y me impuso el mandato de igualar a mi
padre. Él es ingeniero egresado de la universidad pública. Mi
adolescencia trascurrió en el medio del desencanto con la democracia, la
demonización de todo lo que fuera público y el “fin de las utopías”. Al
llegar cuarto año de la secundaria (1990), la empresa de mi padre
quebró y nos “quedamos en la calle”. Ahí conocí la sórdida violencia de
la educación privada. Debido a la abultada deuda acumulada de
hiperinflación en hiperinflación, las autoridades del colegio me negaron
la posibilidad de presentarme en la mesa de examen de diciembre y marzo
de las materias Física y Matemática. Luego, al iniciar el ciclo del año
1991, se negaron a darme el pase libre. Desde los quince años trabajaba
en el club Caldén como portero porque “trabajar” desde pequeño era otro
mandato familiar. El director del club era un abogado que me explicó lo
ilegal de la situación, escribió una carta documento y me adelantó el
sueldo de un año para tener alguna capacidad de negociación con la
institución privada. La mala leche de las autoridades del colegio
privado llegó a nivel de darme el pase cuando ya habían pasado más de 25
días del inicio de clases, es decir, cualquier colegio que me “tomara”
no lo podía hacer porque estaba ya “libre” por faltas. Con el pase en la
mano recorrí todos los colegios (privados y estatales) de Belgrano,
Núñez, Saavedra, Coghlan, Colegiales y Villa Urquiza, y en todos ellos
me decían que ya estaba “libre”. Cuando ya me rendía entré al Liceo
Nacional Número 9. Era el turno tarde y me atendió la directora. Ella
tuvo mucho de mi destino en esa entrevista y de un modo muy humano
entendió que no era mi “culpa” la situación. Quebrando algunas reglas me
inscribió y pude cursar quinto año. En ese colegio por primera vez me
exigieron razonar por fuera del mecanicismo de la educación privada.
Allí, por primera vez fui feliz en una institución educativa. Al momento
de ingresar a la universidad, mi resentimiento con todo lo que fuera
privado y en contra del espíritu vacío de la época menemista, “elegí”
dos cosas. Una es que solo podía construir conocimiento en el espacio
educativo público, por su calidad y porque allí era "feliz". La otra era
que no iba a estudiar una carrera que no me cerrara la realidad, porque
soy de aquellos a los cuales la realidad no les "cierra". Por
diferentes razones descarté filosofía y sociología, y (yo que siempre
amé la política) me anoté en la licenciatura de Ciencia Política de la
UBA y allí me recibí “con honores”. Años después también me recibí de
Profesor en Ciencia Política en la misma casa y de Magister en
Sociología Económica en IDAES-UNSAM. Además hace casi 10 años que tengo
la “suerte” de ser profesor en una de las mejores materias que puede
tener el CBC: sociología. Visto desde hoy en día, estoy convencido que
mi año en el Liceo Nacional Número 9 construyó mucho más en mí que mi
paso desde sala de 3 hasta cuarto año por la educación privada. El Liceo
Nacional Número 9 y la UBA me dieron algo que no vas a encontrar nunca
en la educación privada: la piedra filosofal del conocimiento. Si con
ella no pude construir más es por culpa de mi impericia como mago.
PD: Si llegaste hasta acá, tal vez puedas encontrar al Eduardo de 1991…
Un lugar lleno de falsas nociones, de equivocadas perspectivas y de lastres que alteran las percepciones.
Eduardo González Peña
- Eduardo
- Argentina
- "El que cree haber entendido cualquier cosa sobre mí, se ha formado de mí una idea que responde a su imagen" Nietzsche.
jueves, 23 de agosto de 2018
martes, 14 de agosto de 2018
Equilibrio
La ingenuidad de perseguir el equilibrio y de asemejarla con
la belleza es una sombra que no me puedo desprender. En mi Fortaleza de
la Soledad impera un caótico equilibrio. Allí, en sus alturas, me
observaban Moby-Dick, Leviatán y Garrote. Su convivencia era
desequilibrada. Dos de ellas son "artificiales" y una es "natural". Dos
me acompañan desde hace décadas y una tiene menos de un año conmigo. Dos
miraban a un lado y una apuntaba al lado opuesto. Tenía que equilibrar
la situación y por eso compré una caña "natural" por menos del 5% de lo
que tributo como siervo de Edenor. El tiempo la había tratado muy mal,
pero yo la volví a vida y se llama Korallion. Ahora hay
equilibrio en las alturas.
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