Hace 25 años que voy regularmente a la cancha y ya tengo 500 partidos
vistos. El fútbol me cambia el ánimo para bien o mal. Es por eso que voy
a hablar en primera persona del plural, aunque yo me resista todo lo
que puedo a ser parte de lo que describo.
El fútbol es pasión y sin
ella no se puede entender por qué cada uno de nosotros le restamos a la
vida horas en algo sin sentido. Ahora, la pasión no puede justificar
cualquier cosa y transformarse en el mecanismo perfecto para
evitar hacerse responsables de la mierda que nos tapa. Hace muchos años
que los hinchas argentinos de TODOS los clubes, en nombre de la pasión,
nos volvimos una manga de histéricos cagónes que vamos a la cancha o
nos sentamos a ver un partido con un tremendo miedo a perder. El que
dice otra cosa MIENTE y se engaña a sí mismo. Es hora de dejarse de
sentirse orgullosos de ser unos simples esclavos de la masacre exitista.
Hay que bajarse del carro perdedor de la soberbia del aguante, pintada
como pasión, para justificar cualquier cosa vil y cobarde. Tal vez así
veamos que el culto a la mierda nos vuelve mierda.
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