Cuando se habla de violencia de género, la referencia
siempre es el sentido común masculino. Es previsible que los varones lleguen a
la conclusión que tienen el poder y que lo utilizan tanto para oprimir a la
mujer como para convertirla en objeto de la beneficencia masculina. Es casi
transparente de lo obvio.
Pero ¿qué aportan de original las intelectuales feministas? Nada.
Ellas se consagraron a combatir a sus “enemigos”, muchos de los cuales son
amigos, y no pudieron nunca descubrir la real causa de los problemas que se dan
por objeto. De Simone de Beauvoir para
acá se dedican a aprender de memoria los libros de los varones (Marx, Freud,
Kant, etc.) para aportar pruebas de la infamia masculina, pero nunca sumaron nada
sobre su verdadero tema: la mujer desde la mujer.
Centradas en la monomanía de su pensamiento, se negaron a sí
mismas la posibilidad de aportar una perspectiva original a la problemática de
las relaciones de género. Así en EE.UU. terminaron identificando la dignidad
femenina con quemar corpiños, a presentar la ridícula idea de que las mujeres
WASP vivían más explotadas que los afroamericanos varones y a afirmar que son
los varones los que arman las guerras. En el colmo del ridículo se acusó al género
masculino de aniquilar el impulso sexual femenino, cuando no hay nada que le
guste más a un varón tipo medio que una mujer con gran impulso sexual.
Me pregunto ¿alguna feminista le advirtió al varón que
humillarse en su trabajo por la necesidad de mantener a sus hijos y mujer es
algo que se contradice con todo tipo de orgullo y que solo lo convierte en una
pila descartable de un sistema despiadado de explotación?
El feminismo es peor que un razonamiento reaccionario -como es
el machismo-, es una ficción pseudocrítica, una traba para desarrollar una
relación más evolucionada entre la mujer y el hombre. El fracaso de sus
intelectuales es enorme y no por nada la única pensadora realmente original no
es feminista: Esther Vilar.
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